Terapia Integral de Pareja (TIP): una solución clarificadora.
Cambio o Aceptación: las claves de la Terapia Integral Conductual de Pareja como terapia de tercera generación.
Jorge Barraca Mairal
Universidad Camilo José Cela
La terapia conductual tradicional para parejas postulaba que para resolver los problemas era imprescindible promover un cambio en cada miembro; sin embargo, diversos trabajos han ido revelando que el énfasis en el cambio no siempre es lo más adecuado para algunas parejas y ante ciertos problemas. Jacobson y Christensen (1998) plantearon que la clave para obtener un mejor resultado era combinar estos cambios con la aceptación emocional de la pareja. Desde su punto de vista la aceptación era el “eslabón perdido” en las intervenciones maritales, aunque adoptar una actitud haya sido una solución tan evidente en la vida común de muchas parejas. Esta idea configuró uno de los aspectos fundamentales de la nueva intervención, denominada a partir de entonces Terapia Integral Conductual de Pareja (IBCT, en sus siglas en inglés: Integrative Behavioral Couple Therapy). El término de “integral” deriva de la conjunción de los procesos de cambio con los de aceptación, en un equilibrio que se encontraría para cada pareja.
Aceptación y reglas en la pareja
Como es conocido, el concepto de la aceptación es clave para las terapias de conducta de tercera generación.
No obstante, su aplicación en el ámbito de la pareja requiere de algunas matizaciones, pues la aceptación de la pareja no es como aceptar un problema individual (de ansiedad, tristeza, ideas recurrentes, etc.) o aceptar lo que el otro haga sea lo que sea. En realidad, la aceptación no es tanto de una conducta como de las funciones de esta. Además, las técnicas desarrolladas para lograrla en el seno de la pareja son propias y originales.
Otro elemento importante en la IBCT tiene que ver con el receptor de la conducta y su agente. Mientras que el énfasis en la terapia de pareja tradicional se ponía en este último (lo importante era que el emisor de la conducta cambiase sus actuaciones), ahora el foco se desplaza al receptor de esa conducta y su respuesta emocional ante ella (cómo valore y se tome la conducta del agente). Y esta idea conecta con otra clave de la IBCT, que consiste en pasar desde un planteamiento de conducta gobernada por reglas propio de la terapia tradicional (por ejemplo: debes darle un beso cuando llega a casa, escucharle con esta actitud, “pillarle” haciendo cosas positivas para la pareja y decírselo, etc.) a uno moldeado por las contingencias; esto es, lo importante radica en el contacto con los reforzadores naturales de la pareja, de forma que las mejorías no se deban a algo tan artificial (o, a veces incluso, pueril) como esos intercambios o esfuerzos por ajustarse a “lo adecuado” (la regla), sino a lo que le sirve a esta pareja en particular, en su vivencia personal.
Las estrategias de intervención para lograr la aceptación y la tolerancia
Las estrategias de aceptación se emplean como herramientas para manejar las incompatibilidades, las diferencias que parecen irreconciliables o los problemas que no se acaban de resolver. Desde el marco teórico de la IBCT, las estrategias de aceptación deben entenderse como un camino por el cual las parejas se sirven de los problemas como vehículos para mejorar la intimidad y la proximidad mutuas. Además, esta aceptación también implica cejar en la lucha para intentar cambiar al otro; lo que implica tanto desprenderse de la idea de que las diferencias mutuas son insoportables, cuanto abandonar la pelea para moldear a la pareja en dirección a la imagen idealizada que uno tiene.
La primera de las estrategias –la unión empática (“empathic joining”)– consiste en que los miembros aprenden a expresar su dolor o molestia de una manera que no incluye la acusación hacia el otro. Un medio para generar esta aceptación es a través de poner en contacto la conducta de un miembro de la pareja con su historia personal, sus modelos, etc. Es decir, lo que se hace es contextualizar el comportamiento que se considera problemático dentro de la formulación que se hizo del problema. Así, la conducta negativa es vista como parte de sus diferencias.
La segunda –la separación unificada (“unified detachment”)– se orienta a ayudar a los dos miembros a distanciarse de sus conflictos y discusiones promoviendo un análisis de solución de problemas y favoreciendo diálogos desapasionados y descriptivos. A través de ella, se invita a la pareja a que se enfrenten juntos al problema. Es decir, se trataría de que cuando se produce un incidente negativo sean capaces de hablar de él como algo externo a la relación, como si fuera un “ello”. Es unificada porque han de verse los dos juntos (unidos) frente al problema. Por ejemplo: “tenemos un problema con dónde va a vivir tu madre”; o sea, decidir dónde vive la madre es el problema frente al que está la pareja (los dos como una unidad).
Por último, las estrategias de tolerancia supondrían otro grado distinto al de la aceptación. Se ponen en práctica cuando las estrategias anteriores no han funcionado como se esperaba. La idea de las estrategias de tolerancia estriba en que si no se puede llegar a la aceptación al menos toleren lo mejor posible el comportamiento del otro. En algunos casos, las técnicas de tolerancia pueden facilitar el camino hacia la aceptación.
Gracias a la incorporación de estas estrategias la IBCT ha conseguido evidencias empíricas que la sitúan como una terapia más eficaz que la terapia conductual tradicional y, por tanto, sería la intervención de elección en muchos casos.
El artículo completo puede encontrarse en la Revista Psicothema:
Barraca, J. (2015). Integrative behavioral couple therapy (IBCT) as a third-wave therapy. Psicothema 27 (1), 13-18.
Fuente INFOCOP